No todo es plata

Inmersos en una era materialista, muchas veces juzgamos todo, sólo bajo el prisma del dinero.

Padre de un soldado en el cementerio argentino de Darwin.

En su último y excelente libro, "La Malviníada", el flamante Director de Gesta de Malvinas del Senado de la Nación nos relata la historia de un humilde anciano ciego jujeño cuyo hijo conscripto falleció en el hundimiento del Crucero Belgrano. Un artista local decide hacer un busto en homenaje al combatiente y su padre pide tocar la escultura. Ayudado por sus otro hijo y el propio artista es levantado, y al acariciar el rostro amado después de tantos años, estalla en llanto mientras repite desconsoladamente "M'hijito, m'hijito, sos vos, sos vos..." ante las lágrimas de todos los presentes.

Traigo esta historia a colación porque he observado una cierta incapacidad de algunos sectores sociales para comprender los dolores y las cruces de los más carenciados de nuestro pueblo.

Acostumbrados a verlos llevar a cabo silenciosamente las tareas más rudas y desgastantes por una paga que no podría cubrir siquiera uno solo de los gustos que se dan quienes más tienen, también nos hemos acostumbrado a creer que en su corazón las heridas duran o duelen menos, que sus sueños o aspiraciones se reducen a pasarla entretenidos el fin de semana y que sus cuerpos no pagan factura por las largas jornadas laborales o por una vida que sólo ha conocido el ómnibus o una bicicleta como medio de transporte pero nunca el mar como destino.

Hay cosas que pueden mejorar la calidad de vida y no requieren grandes gastos. Por ejemplo, hacer corrido el horario de atención comercial. ¡Cuántas madres no pueden acompañar la vida escolar y afectiva de sus hijos porque el horario cortado se los impide ! Es un constante salir a las 8.00, volver a las 14.00 para volver a salir a las 16.00 y regresar después a las diez de la noche y si tienen suerte llegar a compartir la cena para arrancar nuevamente al otro día.

¡Cuántos jóvenes que trabajan en un comercio para poder sostenerse darían lo que sea para poder estudiar mientras trabajan ! Pero no pueden hacerlo porque el tiempo y las energías no le dan para el cursado y tampoco para rendir.

¡Cuantos padres de familia deben resignarse a no pasar el domingo en su hogar rodeado y rodeando a sus afectos porque la cadena de supermercado lo tiene trabajando hasta las 22.00 !

Ni hablemos de considerar el día domingo como el "Dies Domini", el día del Señor, como nos recordara San Juan Pablo II. Cuanto atentan estas cosas contra la armonía familiar no es tan difícil de sopesar.

Lo vemos en el bajo rendimiento escolar de los chicos o en los padres que se lamentan amargamente porque vieron crecer a sus hijos y no pudieron acompañarlos como hubieran querido y en tantos sueños sacrificados en el altar del dios dinero.

Debemos recuperar la idea de que el bien común no es sólo un concepto referido a los bienes materiales. El Estado también debe velar por la consecución de bienes morales. En ese sentido, el Pacto de Mayo propuesto por el presidente Javier Milei sabe a poco. Sus 10 puntos sólo versan sobre economía y nada dicen sobre otros tópicos que también deberían ser políticas de estado como por ejemplo la recuperación de nuestras Malvinas o el respeto irrestricto a la vida humana desde la concepción a la muerte natural.

Mientras como pueblo no recuperemos nuestra dimensión espiritual y nuestra identidad cultural fundacional seguiremos apostando erróneamente al tener como modo de ser felices y nos iremos insensibilizando cada vez más al sufrimiento de los que menos tienen.