Narnia y las contradicciones. Por Andrés Borbore Muriel

Muchas veces construimos nuestras convicciones desde las contrariedades existenciales

El gran escritor inglés Clive Staples Lewis o más conocido como C.S. Lewis, escribió “Las crónicas de Narnia”. Una saga infanto juvenil en siete partes que nacieron a la literatura entre los años 1950 al 1956 y que renacieron al cine entre los años 2005 y 2010 con la puesta en pantalla de algunos de esos maravillosos relatos alegóricos. En el libro de la mencionada saga titulado “El león, la bruja y el armario” escribió esto: “La gente que no ha estado en Narnia a veces piensa que una cosa no puede ser buena y terrible al mismo tiempo…”.

Quedé como de piedra al leer eso ya que venía hablando con algunos amigos sobre el principio de no contradicción, ese que dice que algo no puede “ser” y “no ser” al mismo tiempo y bajo las mismas circunstancias. Y la bruja, en las crónicas de Narnia, convierte a sus enemigos en estatuas de piedras. Y así me sentí cuando lo leí. Era de noche, estaba solo en la galería del fondo de mi casa y un silencio sepulcral ensordeció a mis oídos. Les aseguro que por unos instantes, percibí emociones contradictorias.

Es que unos días antes, con dos amigos que no se conocen entre sí, había estado hablando, casi simultáneamente, de ese principio lógico aplicado a la vida política. En referencia a la relación amigos/enemigos, replicando lo que dice el genial Denes Martos que “la enorme mayoría de las disciplinas opera con categorías bipolares que le son específicas”. Y la política no escapa a ese principio.

El tema es que esa categoría racional se aplica en las relaciones humanas que no tienen tanto de lógico sino más de emociones, sentimientos e intuiciones. Me hace acordar a los economistas con el axioma del consumidor racional. ¡Bastante insensato es ese apriorismo racional!

Se asfixia el alma honesta en búsqueda de la verdad al categorizar a las personas con etiquetas que las ubican casi eternamente en un lugar que se interpreta, en sí mismo, como opuesto a otro. Porque se asume como una verdad absoluta que todos los seres humanos ocupan siempre un lugar tan distante entre sí, que están al borde de un extremo y sin posibilidad de retorno. Entonces, no hay lugar para matices, para combinaciones, para acuerdos. ¡Ya fui sentenciado! Todo es izquierda o derecha, federales o unitarios, porteños o provincianos, peronistas o anti peronistas o la “argentina blanca y la otra” como diría Jorge Asís.

Desde esa bipolar manera de interpretar las decisiones humanas, se construyen rejas que separan a cada una de estas categorías de amigos/enemigos, dividiéndonos y haciéndonos confrontar unos contra otros. Se encarcela a los seres humanos tras los peligrosos barrotes de una subjetividad antagonista que hace de velo que impide ver al prójimo sino está adentro conmigo en la misma jaula.

Como esclavos en pleno siglo XXI, nos repelemos y nos sentimos impedidos en concebir un punto de encuentro con los que no son como yo quiero que sean.

¿Es absurdo llegar al subjetivismo antagonista desde el principio de no contradicción?

¡Todo por leer literatura alegórica como Las Crónicas de Narnia!

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