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Llega fin de año y es tiempo de balances. Atlético y San Martín afrontarán un 2022 que marcará sus destinos por mucho tiempo. Que hacer y que evitar para que el final del camino no lleve al estancamiento y la desilusión.
De Muner y Azconzábal
El 8 de Septiembre de 1967, hace ya 54 años, se disputaba la primera edición del torneo Nacional, una iniciativa de don Valentín Suárez y que era el primero - más allá de las copas nacionales - que permitía la competencia entre los poderosos equipos de Bs. As. y alrededores y los indirectamente afiliados. San Martín de Mendoza, Central Córdoba de Santiago, San Lorenzo de Mar del Plata y Chaco For Ever fueron los primeros representantes del Interior y que hayan ocupado los últimos cuatro lugares, más allá de alguna victoria histórica como la de los santiagueños en la Bombonera, señalaba que difícil iba a ser para el fútbol semi amateur de las provincias enfrentar al opulento y desarrollado fútbol porteño. Hoy en día, aunque las diferencias subsisten, hay más herramientas para acortar esa brecha y competir con dignidad y posibilidades de victoria con los grandes del fútbol nacional.
Al momento presente Atlético y San Martín están plenamente insertados en la estructura grande del fútbol argentino y sus caminos se encuentran en disyuntivas similares, como lo fue casi siempre a lo largo de su historia. Atlético acaba de terminar penúltimo en el reciente torneo de Primera División y necesita una renovación profunda de su plantel y una gran campaña para alejar definitivamente los fantasmas del descenso. San Martín, por su parte, se quedó en el camino en el octogonal final de la Primera Nacional pero sus hinchas ya no quieren más excusas y quieren ascender y quedarse a vivir entre la élite del fútbol nacional.
Decíamos que a lo largo de la historia sus caminos se parecieron. En lo dirigencial, por ejemplo, la vida institucional de de los grandes es un reflejo de la calidad institucional de la sociedad política. Es decir, es pobre y muy distante de lo que debiera ser. En ambos, la oposición recurre más al agravio personal que a un proyecto alternativo superador de la propuesta de los oficialismos respectivos. Estos responden con el ninguneo, padrones manejados a piacere y ocultamiento de información. El principio republicano de publicidad de los actos de gobierno, que debe darse también en estas instituciones, brilla por su ausencia. En los decanos desde los tiempos del Argentino A, antes comandado por Hasbani y ahora por Leito, es el mismo grupo el que toma las decisiones. Una dirigencia que tiene tantos logros para exhibir no debiera temer el surgimiento de grupos opositores que aporten nuevas ideas. Al contrario, la sana competencia debiera exigirlos a lo mejor para captar la voluntad del socio.
Hace un par de semanas se celebraron elecciones en River con la participación de cuatro listas. Pasó el acto eleccionario y todos hoy están encolumnados tras el objetivo de posicionar a la entidad de Nuñez como el mejor club de Sudamérica. En Ciudadela la unidad de todos es aún más imprescindible habida cuenta de los muchos frentes descuidados o mal gestionados. Urge revertir una mística de la rebeldía que un periodismo irresponsable y demagogo fogoneó aún sabiendo que ningún beneficio podía traerle al club. En ese aspecto, los dirigentes decanos aprendieron la lección y comprendieron como deben moverse los conductores de una institución que está a 1300 km de la sede de calle Viamonte.
Insertos en la región más antigua pero también la más postergada de nuestra patria los dirigentes no deben descuidar ningún detalle para tener posibilidades de éxito. El fútbol del S.XXI es hipercompetitivo y las competencias son despiadas luchas en las que sobreviven sólo los más aptos. Es cierto que desde la reforma del ’86 y su participación sobre todo en los antiguos nacionales B los grandes fueron creciendo. Primero fueron las cercas olímpicas, luego las luces y los codos de los estadios. Después San Martín levantaría la platea alta norte y Atlético la que da al sur hacia calle Chile. Más aquí en el tiempo llegaría la platea alta sur de calle Rondeau y la platea alta norte sectores 3 y 4 en el Monumental. Se mejoraron los campos de juego. En casi todo esto fue la institución de Ciudadela la que tomó la delantera. Como lo hizo cuando llegó primero a jugar los antiguos nacionales y a ascender a primera división. Los albicelestes aunque les costó llegar pueden exhibir actuaciones más sólidas tanto en los nacionales como en primera y el haber llegado primero a una competición internacional. La cuestión es si estos avances son suficientes para enfrentar la alta competencia.
La llegada de los poderosos equipos brasileños a estas tierras nos hizo comprender la sideral distancia con esas infraestructuras deportivas frondosas y costosas pero que luego suelen traer beneficios deportivos y económicos que exceden largamente su mantenimiento. Videoanalistas, gente dedicada a estudiar específicamente al rival y a los propios jugadores, mucha tecnología en cancha, amén de nutricionistas, psicólogos, expertos en marketing (porque la imagen de un club cotiza en efectivo), etc. Es cierto que con la participación de las inferiores en los torneos de AFA se ha dado un paso gigantesco, pero no hay que conformarse y hay que profundizar la apuesta aunque implique riesgos.
Lo bueno de todo es que dos expertos estarán al mando del timonel. En los santos, Pablo De Muner tomó un equipo no armado con él y lo potenció con una muy buena campaña. La imagen final con Ferro pidiendo desesperadamente la hora transmite buenas sensaciones de cara al futuro. Apenas asumido De Muner declaró su intención de armar un equipo rocoso, práctico y contundente que interpretara fielmente la mística de garra del pueblo ciruja. Ahora, con carta blanca para armar su plantel, no tenemos dudas que San Martín será “el” candidato al ascenso.
Los grandes del norte, deben tomar decisiones