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En tiempos de autopercepciones, significancias y deconstrucciones, conviene mirar sin prejuicios a nuestro alrededor y luego elevar la mirada al cielo para agradecer al Creador tanta bondad y tanta belleza.
Familia humana.
La " dictadura del relativismo" que tantas veces denunciara el Papa Emérito Benedicto XVI está llegando a sus etapas más virulentas, pero más que por el obrar de los ateos militantes, por el enorme desconocimiento de la naturaleza de Dios de quienes se denominan creyentes.
Al tener una relación tan lejana con el Creador tampoco pueden reconocer su obra y ver en cada cosa su designio inteligente y providente, el fin por el que Dios hizo a cada ser y cómo está diseñado para alcanzar su plenitud.
Y cuando no se puede reconocer la naturaleza del hombre y las cosas, negarlas es lo más sencillo.
Entonces el subjetivismo más loco, el caprichoso deseo humano, una libertad alejada de toda norma empiezan a enseñorearse del alma humana hasta llevarla a dar la espalda a la realidad. El único rey, la única medida de todas las cosas es el propio yo que ahora ocupa el lugar de Dios.
Jesús decía que "miran pero no ven". Chesterton que llegaría el tiempo que habrá que desenvainar la espada por afirmar que el pasto es verde.
El relativismo abre la puerta a las cosas más espantosas. Algunas de ellas ya están aquí mientras la sociedad dormida se preocupa sólo por lo que ha de comer y por lo que ha de beber.
Que el "Señor de la Historia" nos ayude siempre a reconocer y proclamar su verdad, su bondad y su belleza.
El relativismo abre la puerta a las cosas más espantosas.